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Primero de Mayo.

Esta mañana tenía el propósito de acudir por libre a la manifestación del 1º de Mayo que se celebra en mi ciudad. No obstante, las lecturas interesantes que he ido encontrando en red, las noticias que me llegaban de todo el orbe sobre dicha celebración, mi lamentable pereza y una interesante película sobre Nixon interpretada por Anthony Hopkins en TV me han animado a permanecer en casa. No era menor mi escepticismo ante las consignas equívocas, tópicos y estéticas trasnochadas que iba a presenciar y puestos a no caer en un mero ejercicio de nostalgia he preferido constatar y consagrar la soleada mañana al estudio y la reflexión, como justamente animan los compañeros de Politikon .

Quede como hilo complementario, a tratar con más precisión en otra entrega, la cuestión de la relevancia actual del propio concepto de "movimiento obrero" y hasta que punto se podría equiparar al de "movimiento sindical". Su relevancia es clara en una sociedad con una amplia horquilla entre diferentes sectores de asalariados, con unas tasas de paro escalofriantes, con trabajadores autónomos que viven con más estrecheces y esfuerzo que muchos asalariados; el mismo concepto sociológico de "movimiento obrero" necesita una actualización. Y si nos referimos a la concepción teleológica marxista "del proletariado" como clase llamada a "liberar a la humanidad rompiendo sus cadenas", queda bien poco o nada, excepto para los que se acojan a esta narrativa con una fe digna de San Pablo.

Más allá de la nostalgia; es de justicia reconocer la validez de algunos de los ideales del "movimiento obrero" en el mundo moderno democrático. Ciertamente considerar a aquel como una parte relevante de la "sociedad civil" es de justicia. Desde una perspectiva social-liberal habría que recordar como el "nuevo liberalismo" de Asquith y Lloyd George, estableció alianzas con las trade-unions británicas que permitieron poner en práctica una de las primeras legislaciones del welfare en el mundo occidental democrático. El "Estado del Bienestar" con sus méritos y limitaciones es hijo de la triple alianza entre el mundo del trabajo, la democracia liberal y el aumento de la productividad que proporciona la tecnología creciente y la formación académica y profesional.También hay que reconocer la contribución de el "movimiento obrero" a la implantación del sufragio universal en muchos países, a pesar del actual escepticismo en torno a las instituciones representativas y a la consecución de una instrucción universal y gratuita.

En los albores más gloriosos del movimiento sindical, en Gran Bretaña y Alemania, hay un sincero esfuerzo de mejora humana y de conquista de una dignidad frente a una situación social que daba pocas alternativas . El sindicato de la época hace una auténtica labor de sacar al obrero de la taberna, de imbuirle un interés por la cultura e incluso de la proporción de escuelas, servicios sanitarios y jurídicos con la propia contribución del voluntaria trabajador adherido, sin subvención del estado.

Este reconocimiento al "movimiento obrero" no puede se admitida, sin embargo, sin críticas: el marco teórico e ideológico, e incluso moral, que ha asimilado he sido en gran medida falso y los objetivos últimos utópicos. El marxismo, quizá él mas influyente, aún con numerosas interpretaciones, parte de una visión historicista-mesiánica con pretensiones "científicas", de una teoría del valor-trabajo errónea y de un amoralismo corrosivo heredero del jacobinismo de tábula rasa. No digamos, sus posteriores interpretaciones leninistas y estalinistas, que entierran lo más válido del programa marxiano: un sincero espíritu de crítica libre de la realidad (cosa que hasta Popper reconocía).

En el otro platillo de la balanza: la acomodación socialdemócrata, condujo a resultados bastante más aceptables pero precisamente en base a renunciar a la mayoría de dogmas del "maestro". Esta política de colaboración de clase ha tenido su realización máxima en las políticas del Welfare, con desiguales resultados, con éxitos indudables y limitaciones históricas que en este momento ponen a la socialdemocracia en una profunda crisis de identidad. Y no veo otra tabla de salvación para la socialdemocracia que aceptación pública de ciertos valores del liberalismo, como la responsabilidad personal, la valoración del mérito y esfuerzo personal y la necesidad ineludible de fundamentar el bienestar en unas bases económicas sólidas.
Sobre otras teorías minoritarias en el movimiento obrero ya sea de tipo anarquista o marxista heterodoxo (comunista de consejos, luxemburguismo o , en parte el trotskismo), reconozco en ocasiones un sincero esfuerzo de buscar una alternativa al "socialismo real" y al reformismo. Desde luego no todas las corrientes son igual de lúcidas ni todas sus prácticas igual de sensatas. Me temo, sin embargo, que si salvan los muebles sea quizá por lo utópico e inaplicable de sus propuestas, siempre aplazables a un futuro más receptivo. No son, por el contrario, inocentes todas las prácticas y experiencias de estas corrientes, recordemos el terrorismo nihilista de extracción anarquista, la experiencia de las colectivizaciones de la CNT en la guerra civil o la aceptación de ciertos aspectos supuestamente positivos de la experiencia bolchevique.

Resaltar, por último, en este panorama general de la izquierda teórica una de las pocas excepciones, por resultar estimulante y proponer ideas alternativas, junto con una análisis serio: el mutualismo. No pretendo promoverlo como alternativa general, tanto por carecer de un conocimiento y comprensión más adecuado de sus tesis, como por mi desconfianza en cambios radicales de sistema que hagan tabula rasa con el pasado. Pero la corriente reúne un análisis económico riguroso, un planteamiento libertario de mercado, un énfasis en la cooperación mutua voluntaria y una moral de responsabilidad y acción. Pero dejo claro que solo apuesto por una aplicación parcial de sus propuestas y en todo caso progresiva y experimental. Quizá sea un buen candidato como marco teórico del futuro para un "movimiento obrero" renovado.

Y, tras esta disquisición general, dedicaré el resto del artículo a la situación particular de nuestro país en relación con la crisis, el mundo del trabajo y el sindicalismo. Solo ocasionalmente haré referencia a otros países de la Unión Europea cuya situación tenga paralelismo con la nuestra.

Nos enfrentamos, por desgracia, excepto gloriosas excepciones (aquí, ) a una soberana falta de autocrítica.

Resulta difícil encontrar algún argumento novedoso en un debate enquistado. Es más que evidente la obsolescencia del discurso de los sindicatos mayoritarios, junto con el anquilosamiento de unas estructuras paleolíticas y la vulgaridad y empobrecimiento moral de muchas de sus prácticas; refiriéndome a los sindicatos mayoritarios claro está UGT-CCOO, pieza de recambio del antiguo Sindicato Vertical. Si hablo de EREs, compadreo con las administraciones de su signo político, opacidad de cuentas y de gestión del capital humano (los inefables liberados sindicales), financiación cuestionable con caudales públicos, resultaran temas familiares para el público en general y las tertulias. Todo ello bastante clamoroso para suscitar la indiferencia, sino desconfianza o incluso hostilidad del españolito medio.

No obstante, el sindicalismo es necesario en una sociedad moderna y los mismos mayoritarios deberían aplicarse en su reforma radical. Y comoquiera que no iniciaran un proceso que no resulta de su gusto sin un empuje externo, habrá que darlo; comenzando por apoyar las opciones políticas que urjan la retirada de subvenciones públicas y privilegios. Difícilmente podemos considerar "sociedad civil" a un brazo tonto del Estado cebado y malcriado.

Por otra parte, la creación de nuevos sindicatos es otra opción nada fácil, dada la poca relevancia comparativa de otros sindicatos minoritarios, ya "de clase" (CGT, CNT, USO) o de oficio (CSIF, ANPE, etc). Ciertamente un terreno árido y duro, nos mantendremos a la expectativa, a no ser que nos sorprendan movimientos de tipo asambleario que, en general , no me resultan de gran interés dado su poca tendencia a la moderación y al pragmatismo. Como en tantas otras cosas digo ¿Como lo hacen en Alemania o en Holanda o en Dinamarca? ¿Es que resulta tan difícil simplemente copiarse?

En definitiva, como previa al ritual de día, no espero grandes redenciones: la sociedad política siempre estará construida por personas imperfectas y el sistema democrático clásico tiene como interés el sistema de contrapesos para el control de los abusos del poder. La felicidad solo se puede obtener a partir de la acción libre personal y responsable, no como individuos aislados, pues la cooperación y ayuda mutua son compatibles aquella; pero nunca como fruto de la acción de un partido, sindicato o en definitiva un Estado providencial. De esa falsa fe se nutren la burocracia, la incompetencia y la irresponsabilidad.

Platypus.

Comentarios

  1. Hola,

    Quiero discrepar con ciertos fundamentos de tu escrito, aunque quizá no con la moral que emana de él. Hay cosas que comparto pero creo que, desgraciadamente, las circunstancias han evolucionado tanto en unos años que muchas de estas cosas, que yo pude defender en su momento, están ya amortizadas.

    Para empezar quiero rebatir especialmente esto: "Y no veo otra tabla de salvación para la socialdemocracia que aceptación pública de ciertos valores del liberalismo, como la responsabilidad personal, la valoración del mérito y esfuerzo personal y la necesidad ineludible de fundamentar el bienestar en unas bases económicas sólidas"

    Este argumento, defendido mucho por gentes de Politikon o de Socialismo en Libertad, creo que tiene un problema de época: Esto es lo que ya se hizo, esto es la base del New Labourisim y la tercera vía de Tony Blair, y esto es en parte responsable de la situación en que nos encontramos ahora.
    Ahora parece haber una especie de renacimiento de esta tercera vía en países donde no se acabó de implantar, con Valls en Francia o Renzi en Italia. En mi opinión esta repetición 15 o 20 años tarde valdrá de poco, quizá arregle alguno de los problemas de las rigideces de aquellos países pero poco más. El "gran enfoque", calcadito al de Blair, es algo del pasado y creo que no va a sobrevivir mucho tiempo.

    Por tanto ese no puede ser el futuro del movimiento obrero de ninguna manera. Pero lo principal es pensar si el movimiento obrero como tal tiene futuro, y yo creo que no lo tiene en el sentido "obrero" tradicional.
    Sin querer negar la evidencia de que seguimos viviendo en una sociedad de clases y que hay una clase que vive de su trabajo, creo que el concepto "obrero" es algo obsoleto. El pulverizado de situaciones de gentes que viven de su trabajo es tal que no se puede introducir en la idea de "obrero" tradicional. Poco tiene que ver un funcionario de carrera con un chaval perteneciente al nuevo precariado que trabaja domingos y festivos desde casa mediante teletrabajo. Y eso crea un especial problema a las organizaciones sindidales, porque muchas veces las luchas parciales a las que se enfrentan confrontan intereses de dos grupos de trabajadores diversos, y el posicionamiento del sindicalismo en la defensa de un grupo le aleja del otro.

    Así pues el sindicalismo "reformista", de luchas puntuales, de negociación colectiva, tiene muy mal futuro. O se revisan todos los postulados para crear un marco inclusivo que permita a los sindicatos defender a todos los asalariados, o bien el sindicalismo se convierte en revolucionario y pasa a pedir una revolución radical que permita el mejoramiento de todos los grupos de asalariados.
    Problema a parte son los autónomos, muchos de los cuales hoy están en circunstancias peores que la mayoría de asalariados. No he visto yo un mensaje sindical adecuado para estos grupos y, por posicionamiento en clase social, estos autónomos son tan "clase trabajadora" o "clase baja" como los asalariados.

    De hecho creo yo que un contrato único sería positivo para el futuro de las organizaciones sindicales, porque al igualar a todos los trabajadores podría generar posicionamientos nuevos que beneficien a todo el pulverizado laboral sin caer en los problemas actuales de insiders y outsiders.

    (...)

    ResponderEliminar
  2. (...)

    Yo creo que el futuro del sindicalismo, si lo hay, pasa un poco por el futuro de la izquierda en general, que depende de una nueva síntesis de ideas y de un proyecto claro absolutamente nuevo. Proyecto que, por cierto, tendrá que agitar desde la base muchas de las ventajas que actualmente tienen muchos grupos a los que teóricamente defendemos, lo que creará un gran cisma.
    Para mí esta síntesis tendrá que "beber" de muchas familias políticas: De la socialdemocracia, del liberalismo, del socialismo de mercado, del cooperativismo, del proteccionismo, del ecologismo, etc. Tendrá que usar el estado, pero tendrá que superar el estado, tendrá que defender el trabajo teniendo claro a la vez que hay que orientar el no-trabajo y comenzar a sostener el sistema sobre más bases que el trabajo. Es muy complicado, ciertamente.

    Saludos,

    ResponderEliminar
  3. Tienes razón, el concepto tradicional de "movimiento obrero" en el mundo desarrollado está superado, existen asalariados cualificados, no cualificados, parados y en ultima instancia incluso autónomos en condiciones más precarias que muchos asalariados. Posiblemente el clásico sindicalismo va a quedar a nivel de puesto de trabajo o de sector y los intereses de las clases laboriosas solamente podrán ser defendidos en un plano político, más amplio. Creo que los sindicatos deben cambiar bastante, comenzando por su financiación: tienen que vivir de las aportaciones de los afiliados, por lo tanto se los tendrán que ganar y convencerlos en base a resultados concretos.

    Por otra parte, la situación en España y Unión Europea es muy particular, lo cual incluye la inmensa deuda, el déficit de credibilidad de ésta, los efectos de la globalización, todo esto lo plantearé en el artículo, que todavía no he acabado.

    Saludos.

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